CLAUDIA UGARTECHE
Arquitecta en Invitro Design
Directora KO90 / KO Trainer
NASM Certified PT/ISSA
Certified Glute Specialist
Correo: claudiau@iliveko.com
IG: @cugarteche
Era casi verano y debo haber tenido unos 16 años. En los 90, las dietas extremas eran el pan de cada
día. Perdón, la lechuga de cada día. Y, siendo diciembre, tenías que recurrir a todas las revistas
que pudieras encontrar para escoger la dieta mágica que te haría llegar a año nuevo de manera
triunfal.
Debo decir que, me resulta un plan de muy mal gusto, haber puesto Navidad en verano para este lado
del planeta en donde las mujeres tenemos cuerpos latinos voluptuosos que claramente después de dos
semanas de pavo, panetón y desorden, no estarán listos para la playa de Año Nuevo… un plan que
bordea el sadismo.
Estábamos planeando la escapada para el fin de semana mientras comíamos Frozen Yogurt, porque,
obvio, el yogurt no tiene calorías, ¿no? Y una amiga nos contó sobre la maravillosa y ultra
saludable “dieta de la sopa” (sí, sopa en verano) e inmediatamente decidimos, todas, regresar a
nuestras casas a preparar litros y litros de sopa de verduras para comer solo y solo eso durante 10
días: maravilloso plan.
Dos días después, la sopa se me salía por las orejas y el hambre y la ansiedad me entregaron a los
Snickers que se fueron conmigo a la playa, en mi maletín y ¡en mis caderas!
Han pasado muchos muchos años desde ese verano y gracias a Dios la información y mi relación con la
comida hoy son otras.
Soy enemiga de los extremos. Me causan ansiedad, pero amo la información, aprender, entender. Y aquí
les voy a dar un tip que me dio mi gran amiga, Sandra Chikhani, de la que nunca dejo de aprender:
nadie puede darle tanta atención a algo, tu alimentación no puede ser el centro de tu vida.
Creo que tiene toda la razón y creo que muchas veces, dejé de disfrutar un momento por estar
pensando en si me comía algo, si almorzaba o no, si el postre engordaba mucho, si el pantalón me
apretaba, etc.
Pero, también creo que en la vida tiene que haber un balance y para poder soltar, como dice
Sandrita, que es lo más sano, hay que conocernos. Hay que saber tomar buenas decisiones, hay que
saber qué nos hace bien, qué nos hace mal. En resumen, hay que informarnos.
Creo haber encontrado, a mis casi 43, un balance y me encantaría poder compartir esa fórmula con
ustedes: el secreto es la consistencia, la constancia y jamás la perfección, porque somos humanos y
los humanos fallan. Es parte de nuestra gracia.
Escoge cuándo te vas a dar el gusto. Si es a diario, pierde su encanto. La comida es tu combustible.
Escoge uno bueno, el que mejor te rinda. Sin duda lo vas a sentir. Toma agua, muévete a diario y
recuerda que es la cuenta final la que importa. ¿Cómo va ese saldo? ¿Cómo va esa energía? No
satanicemos nada, seamos flexibles, para poder tomar buenas decisiones donde quiera que estemos y no
sea que solo comas bonito cuando estés en casa con todo controlado.
Finalmente, siendo domingo en la tarde, cuando viene la culpa, les digo algo: antes se usaba decir
“SOMOS LO QUE COMEMOS”. ¿Soy lo que como? No, me acabo de comer este donut y yo soy más que un
donut. Somos increíbles, somos un milagro. Somos nuestros sueños, nuestras alegrías, nuestras
tristezas, nuestras historias.
Dale toda tu atención para aprender y poder luego quitarle toda tu atención y disfrutar la vida.
Nota: El presente artículo, así como la opinión vertida en el mismo, son de exclusiva
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