Raúl Calle Benito, CFA
Estrategia de Inversiones – BanBif Selecta
El crecimiento de China en 2022 y la proyección
de crecimiento para 2023 evidencian una seria
desaceleración económica en el país asiático.
Sin embargo, más allá de eventos puntuales como
la pandemia o la política de cero-covid, el
crecimiento de largo plazo de China se ve
amenazado por factores estructurales, lo que
presupone un cambio en la dinámica de
crecimiento global y la apertura de nuevos
frentes de crecimiento y de inversiones en el
mundo.
Desde las reformas económicas y la apertura
comercial de 1978, China ha gozado de altas
tasas de crecimiento (un promedio del 10%
anual), dado que partía de una base de riqueza
muy baja y por su gran cantidad de recursos y
población. Estas amplias ventajas fueron
suficientes para impulsar a la economía a través
de las exportaciones y la inversión, sorteando
en el camino bajos niveles de desarrollo
financiero e institucional, así como la falta de
libertades económicas en una economía dominada
por el estado. Hasta antes de la pandemia de
Covid-19, la economía china parecía ser inmune a
las grandes crisis financieras. En gran medida
esto fue posible gracias a las maniobras del
gobierno chino para evitar las crisis,
priorizando el crecimiento; pero que han tenido
un alto costo, como una masiva deuda doméstica,
la dramática reducción de reservas y la alta
volatilidad de sus mercados financieros.
Actualmente las condiciones estructurales han
cambiado para China. Por un lado, las
características demográficas que aportaron a su
crecimiento se están desvaneciendo: la tasa de
fertilidad cayó este año a 1.09 (desde 1.30 hace
apenas dos años), un nivel más bajo incluso que
el de Japón, y que ha hecho que la población
china retroceda en 2022, por primera vez en seis
décadas. Con ello se espera que la fuerza
laboral caiga un 1% por año hacia 2030. Además,
los problemas en la cadena logística ocasionados
por el Covid-19 y la invasión de Rusia a Ucrania
han hecho que los gobiernos occidentales busquen
proteger sus cadenas productivas de conflictos
geopolíticos, reduciendo su exposición al
mercado chino. Ello ha ocasionado el surgimiento
de tendencias como el reshoring y el
nearshoring, que busca mover el proceso de
manufactura hacia el propio país de origen o
hacia un país aliado cercano.
Todos estos factores han sido tomados en cuenta
desde hace varios años por los gobernantes
chinos, quienes vienen buscando que la economía
migre de un modelo de crecimiento basado en las
exportaciones e inversiones hacia uno centrado
en el consumo interno. Sin embargo, los
desbalances y distorsiones que han generado
décadas de intervención gubernamental aumentan
el reto: la búsqueda de crecimiento choca con el
deseo del gobierno de bajar el endeudamiento, y
requisitos necesarios para la innovación, como
la libertad económica, va en contra del control
que el gobierno desea mantener sobre el mercado.
Más allá de ello, teóricamente una economía
basada en consumo interno puede ocasionar altas
tasas de crecimiento, pero la experiencia
histórica muestra que lo más probable es que
haya una reducción drástica en el mismo. Más aun
tomando en cuenta que el gasto de los hogares
solo representa un 38% del PBI chino, muy por
debajo del promedio global del 63%. Con ello,
los economistas estiman que el potencial de
crecimiento de China para los próximos años
rondará alrededor de entre 2-3%.
¿Qué implica todo ello para las demás economías
globales y los mercados financieros?
El impacto puede ser grande para las economías
emergentes, que en los últimos años han basado
su crecimiento en proveer de materias primas a
China. Sin embargo, el surgimiento de nuevas
estrellas de manufactura como India (cuya
población ahora supera a la de China) y la Asean
(Asociación de Naciones de Asia Sudoriental, que
comprende Indonesia, Vietnam, Tailandia, entre
otros) representa una oportunidad de
reasignación de exportaciones para las economías
emergentes que lo aprovechen. Además, la
tendencia de nearshoring está beneficiando a
países como México, Canadá, y de Europa Central
y del Este.
En cuanto a la economía local, China es el
principal destino de las exportaciones peruanas
(35% del total según datos del Mincetur de julio
2023), además de ser destino número uno de las
exportaciones mineras y pesqueras del Perú (52%
y 45%). Ello implica un alto riesgo de que la
economía peruana se desacelere en el corto plazo
ante el contexto chino. El grueso de las
exportaciones peruanas son productos como el
cobre, oro, gas natural y derivados, zinc, etc.
Estos productos podrían sufrir presiones en el
precio en el corto plazo ante la desaceleración
china, pero en el mediano plazo las perspectivas
son a una estabilización en el precio ante la
demanda que estos productos tienen por parte de
las nuevas industrias y los nuevos mercados que
tomarían la posta de China.
Asimismo, la perspectiva para China de un
crecimiento económico que se debilita, y el
temor de perder influencia en su región y dar
por perdido su reclamo por Taiwán, aumentarán
los riesgos geopolíticos los próximos años. Ello
refuerza la tesis de inversión de sectores
dedicados a la ciberseguridad, la inteligencia
artificial, semiconductores, entre otros.
Podemos concluir que una desaceleración en el
crecimiento económico chino parece inevitable, y
la profundidad de la desaceleración dependerá de
la capacidad de reacción y la priorización de
los intereses que los gobernantes chinos
muestren en los próximos años. Sin embargo, esta
reestructuración de la economía global generará
oportunidades de crecimiento e inversión.
Nota: El presente artículo, así como la
opinión vertida en el mismo, son de exclusiva
responsabilidad del autor. En ese sentido, la
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